REVIEW: "EL SABOR DE LAS COSAS SIMPLES" - SLONY SOW
El 2 de junio se estrena en España "El sabor de las cosas simples".
Esta película de Slony Sow llega a nuestro país gracias a Ver Cine y Hikari No Hana tuvo el placer de asistir a su estreno.
"El sabor de las cosas simples" es la nueva película de Slony Sow ("Grenouille d'Hiver"), co-producida por Japón junto a Francia.
La cinta, cuyo título original es "Umami", se estrenó en Francia el pasado 17 de mayo y se ha presentado en la Seminci y en los festivales de Yokohama, Premiers Plans d'Angers y Fribourg.
La cinta, cuyo título original es "Umami", se estrenó en Francia el pasado 17 de mayo y se ha presentado en la Seminci y en los festivales de Yokohama, Premiers Plans d'Angers y Fribourg.
Su argumento gira en torno a Gabriel Carvin (Gérard Depardieu), el considerado mejor chef de Francia, quien, después de una experiencia cercana a la muerte, se lanza a la búsqueda del sabor supremo que ha desconcertado su vida desde que fue derrotado por un tazón de ramen de un chef japonés cuando era joven.
Todo cambia cuando decide embarcarse en un viaje a Japón para rencontrarse con su pasa y encontrar lo que le falta a su vida.
Japón y Francia son dos países en apariencia diametralmente opuestos, marcados por su propia cultura, idioma e identidad. No obstante, ambos comparten un nexo convergente: la gastronomía. La comida no sólo es un elemento más de su bosquejo idiosincrásico, sino que han logrado redefinir su propia esencia como pueblo a través de la riqueza de sus virtudes gastronómicas y expandirlas al mundo mediante su particular forma de expresión.
Tal definición también se traduce en su concepción cinematográfica. Dos formas distantes y diversas de entender y crear cine desde su propia perspectiva y legado. Más allá de cualquier nacionalismo, la comprensión de los rasgos determinantes de los territorios se compenetra con la naturaleza holística de la propia especie humana. Sus diferencias no incapacitan su creatividad, sino que inciden en su enriquecimiento recíproco.
No es la primera ni la única vez de la colaboración con el país galo a la hora de producir sus películas. Muchos cineastas nipones más cercanos al cine de autor, debido a sus problemas de financiación por su carcomida industria, se ven obligados a buscar el apoyo de la CNC —institución del gobierno francés en la protección y apoyo cinematográfico— ante la inoperancia de los propios organismos japoneses. Aunque en esta ocasión es la otra cara de la moneda.
"El sabor de las cosas simples" es un intento efectista, marcado por si indefinición, de aunar desde el prisma francés la herencia japonesa.
Ya desde sus primeros compases con el delicado soliloquio con el que abre el personaje interpretado por el gran Akira Emoto, queda palpable su intención de alejarse del cliché manido sobre cine culinario. Su interés radica en la traslación dicotonómica de problemáticas comunes en ambas latitudes, como la soledad, el aislamiento social, el rechazo familiar, la depresión ligada al acoso en las redes sociales y hasta ciertos retazos queer.
Pese a las loables pretensiones de esta producción compartida, su superficialidad merma cualquier atisbo de entendimiento foráneo de la cocina zen japonesa. Al final se reduce a una comedia francesa más con alta dosis de emoción impostada, ambientada en los bellos parajes nipones. Su falta de adaptación con el entorno marca su desarraigo, cuya narración queda relegada a la visión outsider del extranjero.
Su problema no es su lejanía cinematográfica, sino su nula ejecución más cercana a referentes comerciales como "Una pastelería de Tokio" (Naomi Kawase, 2015), "A Zen Diary" (Yuji Nakae, 2022) o "El cocinero de los últimos deseos" (Yojiro Takita, 2017). Y es una auténtica pena, porque la compenetración entre los dos territorios nos han regalado joyas del calibre de "Hiroshima Mon Amour" (Alain Resnais, 1959) o "El león duerme esta noche" (Nobuhiro Suwa, 2017).
El descomunal talento interpretativo de Sumire en coherencia con el aporte musical de Sugizo es de las pocas aportaciones que dignifican "El sabor de las cosas simples".
Aunque el peso actoral reside en el papel de Gérard Depardieu —quien cuenta con algunos gags graciosos reminiscentes a su famoso trabajo como Obélix—, vamos a centrarnos en la contribución japonesa. A pesar de su escasa presencia en pantalla, Sumire vuelve a demostrar que es una de las mejores actrices de la actualidad con una excelsa actuación, llena de dolor y verdad. Por su parte, Kyôzô Nagatsuka trasmite al relato la humanidad necesaria. También ha sido una alegría volver a rencontrarse con la locura de You o al afable Akira Emoto.
La experiencia previa del director de fotografía Denis Louis en televisión y en producciones de dudosa calidad es un indicativo más que claro del nivel ofrecido. Su trabajo visual con la cámara no es deficiente, pero le falta la magia demandada para retratar la belleza de los paisajes nipones.
No obstante, su apartado musical es de los elementos más interesantes de la obra. A pesar del cargante uso con motivación lacrimógena de la celebre "On The Nature Of Daylight" de Max Ritchter, Frederic Holyszewski ofrece una remarcable partitura, además de resaltar su acierto a la hora de contar en la guitarra con una leyenda de la envergadura de Sugizo.
En resumidas cuentas, "El Sabor de las cosas simples" es una cinta con un potencial desperdiciado, cuya simpleza incapaz de comprender los códigos fundacionales de Japón y la reduce a una olvidable película de sobremesa.
Slony Sow ha intentado romper el choque cultural que emana de la barrera lingüística e idiosincrásica exógena entres ambos países, pero el resultado no ha sido el más satisfactorio. Su falta de juicio crítico sólo le ha llevado a pervertir la filosofía y los valores tradicionales de Japón.
Aún con todo, no es una película precisamente mala. Sin ser especialmente innovadora ni tampoco asombrosa, es pasable y cumple con su principal cometido: entretener, aunque sea de forma pasajera, cual película de sobremesa que pasa sin pena ni gloria y sirve para matar el tiempo en una tarde dominical.
Al final, es un caso más de ese tipo de producciones comerciales occidentales que intentan acercarse al atractivo nipón. Pero esos prejuicios orientalistas, basados en su percepción de lo "exótico", les lleva a desarrollar películas sin alma con el mero convencimiento de ofrecer un insustancial producto.
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