REVIEW: LOS NIÑOS DEL MAR - AYUMU WATANABE
El pasado 24 de enero se estrenó en España "Los niños del mar". Esta película de Ayumu Watanabe llega a nuestro país gracias a SELECTA VISIÓN y Hikari No Hana tuvo el placer de asistir a uno de sus primeros pases.
La cinta, precandidata al Oscar a mejor largometraje de animación, se estrenó en cines japoneses el 7 de junio de 2019 tras su paso por la 59ª edición del festival de Annecy y, desde entonces, ha pasado por Sitges, Tokio, Fancine y FAN, además de haber sido proyectada en el 25 Manga Barcelona.
Se trata de adaptación del manga de Daisuke Igarashi, cuyo título original es "Kaijû no Kodomo", galardonado con el Premio a la Excelencia en el Japan Media Arts Festival de 2009 y avalada por nominaciones en los Premios Osamu Tezuka de 2008 y 2009. La obra se serializó en la revista Ikki, de SHOGAKUKAN, entre diciembre de 2005 y septiembre de 2011, y más tarde recopilado en 5 tomos, que fueron publicados en España por ECC.
El argumento gira en torno a Ruka, una estudiante a la que le cuesta expresar sus sentimientos, visita el acuario donde trabaja su padre y ve a dos jóvenes misteriosos nadando entre las ballenas. Se trata de Umi (Mar) y su hermano Sora (Cielo), que fueron criados por dugongos y parecen escuchar la misma extraña llamada del océano que ella. e fenómenos sobrenaturales, pero hay quienes saben que estos sucesos están relacionados con Umi y Sora, y tratarán de utilizarlos en su propio beneficio.
La primigenia visión de la que somos testigos al despertar del vacuo letargo anterior a la vida se refleja ya desde el primer fotograma en la protagonista, Ruka, tras su primer visita al acuario bajo la protección de sus padres. Una mirada obnubilada ante la magnificencia y la inmensidad de la creación: el océano y las criaturas que habitan en el. El ser humano siempre ha estado obsesionado con adentrarse en las profundidades del eterno ente azul; pero, como ocurre en la infinidad del cosmos, apenas ha descubierto una nimia parte de su vasta totalidad.
Este trasfondo onírico y extrasensorial desdibuja por completo toda la narración, repleta de complejidad; difusa, críptica e impermeable a la lógica humana. Al igual que las preguntas sobre nuestra existencia y el significado de la vida no tienen respuesta; es posible que como especie no estemos preparados para asumirlas. No es más que una paradoja que aguarda en las entrañas de la naturaleza.
Desde el primer instante queda patente el pasado profesional del director Ayumu Watanabe —recordado por su labor en la infantil;saga "Doraemon" y, en especial, por dirigir la intima y entrañable "Amor es cuando cesa la lluvia"—, ya que, durante los primeros compases del metraje, nos presenta un relato aparentemente sencillo con cierto rebufo cotidiano sobre la madurez y el significado de crecer y de convertirse en adulto; temática muy habitual en los animes de corte costumbrista.
Ante la sosegada y enigmática calma que emana de la inmensidad del mar, se van forjado sutiles filigranas que en un principio esperamos reconectar con la totalidad del mismo. Como hemos dicho anteriormente, "Los niños del mar" no está interesado en lo complaciente, sino que trasgrede todo el orden establecido.
Todo es el preámbulo del verdadero cataclismo: la celebración de "La Festividad de La Vida", un catártico poliedro supraexistecial durante la parte final de la película que ondea desde la más genuina abstracción a la más solemne contemplación que se eleva a otro plano de la realidad.Sora y Umi —Cielo y Mar, respectivamente— son el elemento catalizador de la perfecta comunión entre la magneficencia ancestral y primitiva de la creación: el océano y el universo. De las profundidades de la narración asciende una atronadora simbología jamás vista en una producción de este tipo, con referencias a la metafísica aristotélica, la filosofía neoplatónica, la cosmogonía clásica, el dogma cabalístico o las enseñanzas orientales del budismo y el taoísmo.
El alma del manga de Daisuke Igarashi se interna de forma intrínseca en su esqueleto místico y metareferencial, donde toma en su seno sus puntos cardinales y engendra una trasgresora sinergia emocional.
Esa oda naturalista y ecologista de profundo amor y respeto a la naturaleza y las criaturas que viven en ella; así como la deshumanización inherente de la sociedad humana, marcada por su egoísmo, que sólo busca enriquecerse sin importar las consecuencias; remite a producciones de estudio GHIBLI, tales como "Nausica" o "La princesa Mononoke" —gracias en parte a contar con el mismo compositor y parte del equipo creativo—.A pesar de los antecedentes descritos, también subyace el recuerdo tanto en el proceso creativo como en la experimentación subversiva y onírica a la mastodóntica obra del fallecido Satoshi Kon —con claras reminiscencias a su manga "Regreso al mar"—. No obstante, no sólo se nutre de referencias a la animación japonesa, sino que también destila la poesía visual trascendental de grandes figuras del cine como Terence Mallick, Stanley Kubrick o Andréi Tarkovski.
La extraordinaria animación es la autentica piedra angular de este lisérgico imaginario, donde STUDIO 4ºC, famoso por transgredir los limites técnicos y artísticos más allá de los términos económicos y cronológicos, juega un papel clave.
Desde los primeros storyboards detallistas y llenos de color, dibujados por el propio Watanabe, en las primeras etapas del proceso creativo, ya se refleja la impronta del primordial papel del dibujo tradicional —razón por la cual la cinta superó considerablemente su presupuesto original y tardó 6 años en desarrollarse—.
El realizador confió plenamente en el animador Keinichi Konishi —recordado por sus trabajos para Hayao Miyazaki y Satoshi Kon— para dar vida a los bocetos del guion. No solo como director de animación, sino que a partir de su diseño de personajes, sumado a su labor de asistente a la dirección de Watanabe, fue capaz de fusionar a un nivel milimétrico la animación 2D con el 3D gracias a la perfecta combinación con el equipo de Kenichiro Akimoto, responsable del CGI.
A través de la sucesión de capas digitales y la multiplicidad de puntos de vista, fue capaz de dotarle de dinamismo y fluidez en sus texturas y composición; haciendo imposible discernir la animación tradicional del CGI. En el estrato artístico, también hay que señalar el prodigioso trabajo de la evocadora paleta cromática de Miyuki Itô y los grandiosos paisajes marinos y urbanos de Shinji Kimura, todo un referente como director artístico y habitual de STUDIO 4ºC —cuyo talento ya hemos visto en otras producciones tales como "Mutafukaz" o "Tekkon Kinkreet"—.
Sin embargo, no todo el mérito recae exclusivamente en la animación. Este torrente emocional y visual no sería posible sin su estrecho sincretismo con el apartado sonoro.
Desde el pulido trabajo de la edición sonora de Koji Kasamatsu hasta la excepcional interpretación por parte de los actores de doblaje, destacando especialmente el papel de los tres niños protagonistas, cuyas voces son capaces de hacer que nos adentremos en la psique de los personajes; todos ellos desbordan personalidad y carisma por todos sus costados.
En cuanto a la banda sonora, a pesar de los excesivos formalismos academicistas de la partitura de Joe Hisashi, está implementada en perfecta consonancia con el desarrollo dramático de la película. La música destila la épica clásica vista en sus producciones para GHIBLI, que trasmite desde la ferocidad del arreglo orquestal a la apacible serenidad del piano. Por su parte, el sobrecogedor tema de cierre "Spirits of the Sea" se conjuga a modo de un oxímoron a través de la perpetua digitalización vocal de Kenshi Yonezu.
En definitiva, no sólo estamos ante la mejor película de animación de la década, sino también ante una de las mejores producciones de los últimos años mas allá de cualquier genero y formato.
"Los niños de mar" compone una alegoría de corte existencialista en torno a la conexión armoniosa entre la humanidad, la naturaleza y el origen del universo. El ser humano no es más que una pequeña filigrana de este eterno engranaje que es el cosmos. La especie humana sólo busca comprender el significado de su existencia, pero lo único que consigue es perderse en el vasto manto de la creación.
La película abandona la linealidad tradicional en favor del surrealismo catártico gracias a su innovadora y excelsa animación. Una vez que el espectador abandona su miedo a lo desconocido y se adentre a la más pura abstracción mística, descubrirá un mundo inolvidable.
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